sábado, 30 de marzo de 2013
EL JARDIN DEL AMOR
El amor, el medio supremo por el cual nos relacionamos los unos con los otros, con nuestros ideales y con la trascendencia misma de la vida, requiere de disciplina, requiere de esmero. Y aun cuando puede tener diversas manifestaciones, en esta ocasión me avocare al amor en la pareja.
Entre los Indios Americanos, todavía es común encontrar su expresión de que dos personas están haciendo “medicina” uno con otro cuando están enamorados. La idea, además de bella, esta basada en la experiencia. Cuando uno esta con el ser amado se siente feliz, completo. Sin embargo, cuando el ser amado esta lejos, entonces su ausencia se torna en dolor y anhelo, nos da una “enfermedad” que solo el ser amado puede curar. Este amor es una medicina que da dolor, pero que también da alegría. Aquel que solo quiere la alegría del amor no esta preparado para amar. Al amor hay que cultivarlo, hay que cuidarlo.
El amor es como un bello jardín, donde brotan flores de múltiples colores y donde se congregan aves y mariposas, sol y lluvia. Este jardín, por hermoso que sea, requiere que lo atendamos, que arranquemos las hierbas, que preparemos la tierra, que reguemos las flores. En caso contrario, aun el más hermoso jardín se tornara árido y la maleza terminara por cubrir el jardín por completo.
La naturaleza misma nos enseña que el descuido y la falta de atención son una invitación a las hierbas y a la ausencia de vida. Al amor hay que alimentarlo con nuestra vida. De hacerlo, el amor nos fortalecerá, nos dará razones para seguir viviendo. En el mundo de la pareja, el amor correspondido es el amor ideal. Si uno ama, pero no es amado, entonces el amor no es completo.
También si uno es amado, pero no ama, tampoco el corazón encuentra su realización. Si ninguno de los dos ama, entonces no hay verdadera vida en esa relación. Aunque parezca extraño, esta es la “relación” que mantienen muchas personas. Están juntas por costumbre, por interés, por temor, por cobardía. No por amor.
Los antiguos mayas representaban al amor como un quetzal, un ave de múltiples colores y de bello canto que vivía en el corazón. Este mismo quetzal tenía una peculiaridad: no podía vivir en cautiverio. Su mundo era el de la libertad. Los sabios mayas nos dicen que el amor no se posee: se comparte. Quien realmente ama no esclaviza. Quien realmente ama busca el mayor bienestar del ser amado. “Si amas a un quetzal -nos dice un poema maya- déjalo libre. Si regresa a ti es tuyo. Si no regresa, nunca lo fue.”
Cuanta verdad se encierra en estas líneas. Uno en casos extremos de abuso, puede obligar a otra persona a estar con uno. Pero no hay modo de obligarlos a que nos amen. El amor es algo que solo la persona misma puede dar. Uno puede quitarle a otra persona la vida misma. Pero no puede quitarle su amor. Por ello, que extraordinario es escuchar de otros labios el “te amo.”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)